Todo comienza con un naufragio. Eso lo sabemos. La última cosa que Edward Prendick mira es la desdicha de su barco. Luego despierta, sin saber cómo es que tal cosa ha sucedido. Pero lo hace a un nuevo mundo, a uno deforme, donde la mítica figura de la Quimera, el híbrido humano/animal, se codea al fin con la ciencia en pleno.
La isla del doctor Moreau
H. G. Wells (1896)
H. G. Wells (1896)
A Prendick lo revive un médico llamado Montgomery. Él le explica que el barco que ahora lo sostiene se dirige a una isla sin nombre, donde Montgomery trabaja, y que los animales a bordo del buque viajan con él. Prendick también conoce a un nativo grotesco y bestial llamado M'ling que parece ser el siervo de Montgomery. Al llegar a una isla por demás solitaria en el Pacífico, se encuentran con un extraño doctor se dedica a experimentar con animales, con el objetivo de convertirlos en humanos y, de esta manera, mejorar la especie humana. El resultado, sin embargo, son unos monstruos horribles que planean levantarse de forma inminente contra su creador.
Cuando la novela fue escrita a fines del siglo XIX, la comunidad científica de Gran Bretaña estaba sumida en los debates sobre la vivisección de animales. Incluso ciertos grupos de interés, formaron, para abordar la cuestión, la Unión Británica para la Abolición de la Vivisección, constituida dos años después de la publicación de la novela.
Este, un clásico sin discusión alguna, ha sido adaptado al cine en varias ocasiones, y parodiado incluso por The Simpson. Su mensaje sigue sin embargo latente, y ahora más, cuando jugar con fuerzas que recien comprendemos -Clonación, investigación genetica- es cosa que se mira cada día en televisión.
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