LA TIERRA PERMANECE - George R. Stewart

Ahora que sabemos que la pandemia de 1918 que mató 20 millones de personas resulto ser de origen aviar, esta novela lírica y post-apocalíptica recobra actualidad.

LA TIERRA PERMANECE
George R. Stewart

"Los hombres van y vienen, pero la tierra permanece", dice el inicio del Eclesiastés (Ec 1,4). Y así empieza esta novela clásica del género apocalíptico. Lo siguiente es una cita real de un semanario de noticias sobre química de 1947: "Si hoy apareciera por mutación un nuevo virus mortal, nuestros rápidos transportes podrían llevarlo a los más alejados rincones de la tierra y morirían millones de seres humanos".
La realidad ha demostrado ir por otra línea: virus como el Ébola y otros de origen africano son tan violentos que matan a su huésped antes de que pueda viajar mucho y extienda la infección. Y el virus de la gripe aviar -que por suerte aún no ha mutado para causar una transmisión hombre-hombre- no viaja en aviones chinos ni malayos, sino con la migración de los patos de Siberia y otras aves similares. Hoy por hoy, el sida, con su incubación secreta y ligado a las costumbres sexuales humanas, es un mal mucho más real e inmediato.

Y sin embargo, el riesgo de pandemia está ahí. Este año hemos sabido que la gran gripe de 1918 que causó 20 millones de muertos en EEUU y la debilitada Europa de postguerra era de origen aviar. Y nos avisan de que, según la lógica cíclica de las pandemias, un años de estos "toca".
Ésta es la idea de la novela: tocaba una pandemia, tocaba eliminar tanto humano de sobra. Así que en la primera página ya lo leemos: "y en esta emergencia cesa desde ahora el Gobierno de los Estados Unidos". Una enfermedad ha arrasado a la humanidad, que se bate en retirada con dignidad, enterrando sus muertos, atendiendo a sus moribundos. El protagonista, Ish, se salva por una picadura de serpiente en la montaña: cuando baja al pueblo descubre que la civilización ha desaparecido.
Quedan las ciudades, las carreteras, los almacenes, las centrales eléctricas... por un tiempo. En menos de 20 años desaparecerá el agua corriente y la electricidad para el puñado de supervivientes que aquí y allá han quedado.
Uno de los intereses del autor es plasmar cómo afecta a la naturaleza la desaparición de los humanos. Las hormigas se desarrollan hasta convertirse en una plaga que lo inunda todo. De repente desaparecen, eliminadas, al parecer, por una enfermedad. Luego llegan las ratas, que se aprovechan de alimentos huamnos de las ciudades, se multiplican... hasta que desaparecen con la comida. Al llegar a un número crítico, la naturaleza se autorregula... como sucedió con la enfermedad que arrasó al hombre.

Perros pequeños, gatos de ciudad, gallinas, ovejas... son especies que sin la protección del hombre se extinguen, devorados y exterminados por animales salvajes. Los pumas merodean por la ciudad. La civilización se ha hundido, pero queda la sabiduría de unirse para un nuevo inicio y trabajar por el futuro, por un nuevo comienzo totalmente distinto. Una sabiduría que Ish encuentra en Eclesiastés, en la predicación del viejo Cohelet, cuando aún dudaba de si vale la pena buscar superviventes para convivir: "más vale vivir acompañado que solo, pues si uno cae, el otro puede levantar al compañero, pero desgraciado de aquel que cae y está solo".

Se trata de un libro de 1949, que no ha envejecido nada. En 1951 recibió el Premio Internacional Fantasy. Lleno de lirismo y de poesía, avanza a buen ritmo y merece ser releído con gusto.

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